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En una entrevista publicada por la revista “Ñ”[1] el 24 de enero de 2010 Slavoj Zizec afirma que el capitalismo se derrumba, que el mundo se enca­mina irreversiblemente hacia el comunismo, no hacia el socialismo, al que considera una experiencia fracasada, tanto en la realidad stalinista, como en las social democracias.

 

Pero lo que este autor plantea resulta ser un “comunismo” que sólo se define por exaltar “lo común”, aquello que une a las gentes por encima de la competencia, la lucha por el poder y el dinero, postulando que el cambio debe surgir de la violencia ejercida por todos aquellos que no tienen nada que perder, aquellas masas hacinadas en la marginalidad, etcétera.

 

A su vez, Gianni Vattimo, en un reciente libro muy publicitado en Bue­nos Aires, titulado Ecce Comu, amplía esta reflexión, definiendo al comunismo en estos términos:

El nihilismo filosófico que profeso implica tal distanciamiento … que podria resolverse en la elección deliberada de una posición: no volver a participar nunca más en elecciones si no es para votar como ciuda­dano común (él es actualmente diputado comunista al Parlamento europeo)… dedicarse a lo sumo a iniciativas políticas de barrio, peque­ñas cooperativas…Es la posición que suelo mantener sellada como elec­ción monástica, la única manera de no experimentar remordimientos hacia los pobres y hacerse pobres como ellos. Vattimo G., Ecce Comu, págs. 93.94, Paidós, Bs. As. 2009.

 

Nosotros pensamos que ambos autores, aunque desde perspectivas dis­tintas, ante la impunidad y la violencia actual del capitalismo depredador inventan alternativas que son sólo “consignas” privadas de un discurso con­vincente, sólo posible desde la percepción de la historicidad y actualidad del conflicto clasista que demanda la acentuación de la coerción para man­tener el control imperialista.

 

Esta es la perspectiva de los marxistas más avanzados, sobre todo Gramsci, Adorno y Benjamin. De ahí la necesidad de su convocatoria. Ellos insisten en la identificación de la cultura como un escenario fundamental para la continuidad del ejercicio del poder capitalista en la actualidad, Su formidable poder crítico es iluminador sobre la complicidad con el pensa­miento hegemónico de los que proclaman que el caos y la incertidumbre son los “signos de nuevas opciones de libertad, de nuevas opciones de elec­ción”, para el desencadenamiento de procesos multitudinarios que derrum­barán el “imperio”.

 

Nosotros entendemos que esa capacidad de la “filosofía de la praxis” se expresa, como dice Gramsci, en la “revaloración del frente de lucha cul­tural y la construcción de la teoría de la hegemonía como complemento de la teoría del estado-­fuerza”.

 

De todo esto surge su capacidad de investigación praxística sobre una sociedad que hoy emerge como el espacio de resistencia más avanzado en la lucha antiimperialista.

 

La sociedad latinoamericana aparece en una especie de movilización permanente, en cada país con su propia dinámica conflictiva, pero afecta­das las regiones por tránsitos migratorios que se intensifican en la medida que se agudiza, progresivamente, la desigualdad en los países más pobres o con menos recursos humanos y económicos.

El fantasma socialista y los mitos hegemónicos.

SKU: 978-987-1505-17-3
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