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Estoy muy contento de que este libro tenga una nueva edición, ocho años después de su primera aparición en 2002. Como cualquier otro autor, aspiro a que este volumen tenga una vida que se prolongue más allá del contexto inmediato en que ha sido concebido.
El momento de su primera edición fue verdaderamente importante por el impacto que tuvo. En ningún lugar esto fue tan claro como en la Argentina. A la presentación que se hizo en Buenos Aires, hacia finales de 2002, concurrieron más de mil personas. Para mí fue un indicio temible y estimulante el constatar que la idea de cambiar el mundo sin tomar el poder constituía una parte integral de la agitación política y social de ese momento. Parte de un todo: el surgimiento de las asambleas barriales, las fábricas recuperadas, los piqueteros y las manifestaciones masivas que derrocaron varios presidentes en cuestión de semanas. Pero no sólo en la Argentina: Cambiar el mundo sin tomar el poder dio voz a una idea central en el movimiento alterglobalización, en el levantamiento zapatista en México, en al menos parte de la gran agitación de aquellos años en Bolivia y en las prácticas cotidianas de los tantos y tantos grupos alrededor del mundo que luchan por encontrar un camino hacia adelante, una manera diferente de cambiar el mundo, claros en su repudio a la vieja política estadocéntrica, con todo lo que conlleva en términos de corrupción y hastío por el uso de las personas como medio para sus propios fines.
Indudablemente, el momento contribuyó al impacto que tuvo el libro y a la tormenta de debates que ha suscitado. En ocasiones, he sentido como que estoy parado en la orilla del mar, siendo arrastrado por olas sucesivas de comentarios. La primera repleta de alabanzas, la siguiente de una condena absoluta y furiosa. Cada ola, debo confesarlo, ha sido fuente de placer. El objetivo del libro no es sólo convencer a la gente de que el cambio social radical no pasa por el Estado, sino también seducir a las personas a entablar una discusión sobre el significado de la revolución, respecto de cómo podemos crear un mundo diferente. El argumento en contra del Estado es un argumento en contra de la política del monólogo. La oposición anticapitalista es y debe ser polimorfa, polifónica, polilógica, necesariamente discordante: un nosotras/nosotros que discute consigo mismo, y que se constituye en nosotras/nosotros a través de la discusión.

Cambiar el mundo sin tomar el poder - 4º edición

SKU: 978-987-1505-13-5
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  • John Holloway
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